Cómo se crea una trama para una novela negra

Conoce el making of de algunas de las obras de Luis Salaz, entre ellas el destripe de Loveland, ganadora del Concurso Nacional de Novela Ciudad de Pereira y disponible en Amazon.com.

1/1/202513 min read

EL ORIGEN DE UNA SAGA

Es difícil explicar de dónde nace el deseo de escribir. Algunos de los más reconocidos escritores han dicho que es un llamado, algo ante lo cual no se puede luchar. Yo, un pigmeo entre gigantes, puedo afirmar que empecé a soñar con escribir cuando me convertí en un lector avezado. En algún momento empecé a fantasear con historias que surgían en mi mente como un torrencial y que demandaban ser contadas. La mayoría de las veces garrapateaba mis ideas en hojas o en algún cuaderno pero finalmente quedaban olvidadas por ese temor contumaz al juicio, o a no ser capaz de sacar adelante un proyecto tan grande como puede ser una novela. Hasta que por fin, como resultado de mis estudios de postgrado, tuve la oportunidad de materializar este reto; el resultado, una trilogía de novela negra y dos novelas más que se enmarcan en lo que algunos llaman ficción especulativa, nada despreciable para alguien que pasó de leer las historias que otros contaban, a escribir las propias.

La Serie Detective Mario Cifuentes fue el resultado de un largo proceso de investigación-creación que tenía atorado en mi cerebro desde hacía un buen tiempo. Nació con Pasado Clandestino, que confieso me tomó muchísimo tiempo escribir, editar y terminar, continuó con Los cadáveres del convento y sigue ahora con Loveland, la más ambiciosa de las tres y la que más satisfacciones me ha traído.

Tengo que decir que decidirme a escribir novela negra en Colombia no fue fácil. La idea de un detective, a la vieja usanza de la tradición del hard boiled norteamericano, no me satisfacía del todo. Ya había hecho un periplo de lecturas que incluían Perder es cuestión de método, de Santiago Gamboa, a quien tuve el placer de conocer en Paisaje café y Libro, la feria del libro del eje cafetero 2019 en donde presenté su novela Será larga la noche, y que acaba de publicar Colombian shycho que, debo admitir, muero por leer; al irlandés John Connolly con su serie protagonizada por el detective Charlie "Bird" Parker; al sueco Henning Mankell y su personaje principal Kurt Wallander, que tiene también adaptación a la pantalla chica; las novelas de Philip Kerr, en donde aparece Bernie Gunter y que son un deleite debido a la documentación exhaustiva que el autor realizaba para dotarlas de esa sensación de realidad que todo buena literatura tiene, y al cubano Leonardo Padura Fuentes quien, con su personaje Mario Conde, hace una cartografía perfecta de la situación real de la isla caribeña. A esto debo añadir lo que dijo en algún momento la escritora colombiana Laura Restrepo respecto a que un detective en la literatura colombiana no tiene sentido porque aquí todo el mundo sabe quién o quiénes son los responsables de los crímenes.

Pues bien, así y todo decidí crear a un detective, un ex policía para más señas, que resolviera los casos que llegaran a sus manos ya fuera porque lo buscara alguien, o sencillamente porque había escuchado de su estoica capacidad para soportar el fracaso. Porque tengo que decirlo aquí, Cifuentes es un colombiano que se enfrenta a la terrible situación de nuestro país con la sensación de que todo es, y será, una mierda hasta el fin de los tiempos.

Al inicio no me gustaba la idea de llamarlo como el antihéroe de las novelas de Padura, pero lo hice porque con eso pagué una deuda que tenía, y no me importó porque como bien lo dijo Paco Ignacio Taibo II en la conferencia Cómo escribir una novela negra: "si es lector es capaz de recordar el nombre, ya está todo cabrón". Y pues sí, lo llamé Mario Hildebrando Cifuentes, en las novelas poco se menciona su segundo nombre, e imaginé que podría explorar la realidad nacional con este personaje. Y aquí vamos juntos, tres novelas y una serie de relatos, uno de los cuales puedes recibir como regalo si te unes a mi newsletter, que seguirán creciendo, porque ya tengo un primer borrador de la cuarta entrega, aunque la verdad no saldrá muy bien librado, pero qué le vamos a hacer. A todos nos gustan los héroes o los santos locos que nos dedican sus vidas pero no queremos intercambiarnos por ellos; es más, deseamos verlos caer bajo la tentación o la desgracia que todos llevamos por dentro.

Cifuentes, como es mencionado por el narrador en las dos primeras entregas, tiene, eso sí, una oficina para atender a sus clientes o solo para dedicarse a mirar, a través de las raídas cortinas de su ventana, el reloj de la Catedral de Pereira, varado en las nueve en punto, mientras bebe uno tras otro sendas medidas de scotch de buena y baja estofa.

El lugar lo tuve siempre muy claro. Deseaba que el personaje fuera un flâneur, el tipo de persona que se aclara los pensamientos mientras camina, así que ubiqué su oficina en el mítico edificio Braulio Londoño, patrimonio arquitectónico de la ciudad, en el tercer piso para más señas. Para ello, busqué en la internet alguna oficina disponible en arrendamiento y representé mi mejor papel. Le dije al agente inmobiliario que buscaba un lugar para instalarme y concerté una cita en el edificio con él. Ya conocía el lugar, pero disfruté muchísimo de usar el ascensor de manivela que requería de un operador y sin pensarlo, y en compañía de los dos hombre, subí hasta la tercera planta. Tomé algunas fotografías aduciendo, por supuesto, que deseaba analizar bien la distribución del mobiliario, y construí en su lugar todo el decorado de la oficina de Cifuentes en mi mente. Desde aquel día, si hay un sitio que conozco mejor que yo mismo, es el buró de este personaje de ficción. Este mítico edificio, diseñado por el arquitecto Jorge Arango Uribe, y que tardó cinco años en ser construido, se encuentra ubicado justo en el centro mismo de la ciudad. Lo convertí en el lugar de operaciones de Cifuentes por su cercanía con los sitios que él frecuenta y porque era un punto de referencia para cualquier lector que deseara buscar las señas que en las novelas de la saga se hacen de Pereira. Así, podría guiarse de manera sencilla.

Pasado clandestino

Esta es la primera novela en la que aparece el personaje de Mario Cifuentes. Decidí que en esta entrega desvelaría algunos de los secretos de su pasado como una manera de poner en contexto al personaje. En aquel momento aún no tenía claro que sería una saga, pero el caso en el que se ve envuelto Cifuentes permite presentar a algunos de los personajes que lo acompañarán a lo largo de las tres novelas: Claudia, la que finalmente se convertirá en su pareja, su fiel amigo Lucho y el capitán Murillo, un policía que jugará un rol muy importante, sobre todo en Loveland.

Algunos materiales durante la preparación de Pasado clandestino

Como ya lo mencioné arriba, esta novela me tomó mucho tiempo de trabajo. Primero, definir la historia que finalmente contaría, el tipo de narrador que usaría, las escenas y los lugares que se mencionan así como los detalles de los personajes, entre ellos a uno de los más destacados poetas de la ciudad, a quien convertí en el Diablo, un sujeto que jugará un papel preponderante en la trama. Segundo, para su bosquejo y desarrollo me trasladé a la zona de estudio de la Biblioteca Luis Carlos González del Banco de la República, ubicada en el tercer piso del nuevo y moderno edificio de la carrera 9 con calle 18 bis, donde pasé muchísimas tardes leyendo, bosquejando y escribiendo hasta que logré terminar aquel primer borrador del que no me sentí nada orgulloso. Quien me asesoraba en aquel momento cubrió de tachones el texto del que después me arrepentí una y otra vez, pero la perseverancia hizo el resto. Después de tres borradores, esta novela recibió Mención de honor en el Concurso nacional de novela Aniversario Ciudad de Pereira en el 2015.

“El Diablo iba vestido de negro, con pantalón y chaqueta de cuero. Una camisa blanca, que envolvía un abdomen algo abultado, sobresalía de la cazadora y sus zapatos estaban tan lustrados que permitían reflejar en ellos a cualquiera que se les acercara. La postura le daba algo de galán de cine y el cabello cano, engominado hacia atrás, le hacía parecer a Marlon Brando en El Padrino. Sus llamativos ojos marrones no parecían que mirasen a alguna parte en concreto. Al llegar delante de Cifuentes, este sintió que se perdía en las marcadas arrugas de su frente. No parecía que tuviera sesenta y cinco años, ni mucho menos ser el Papa Negro, oficiante, según los datos del informe de Riaño, de rituales satánicos orgiásticos.”

Luis Salaz. “Pasado clandestino.” Disponible en Amazon.com

Los cadáveres del convento

Después de lo que supuso escribir la primera novela de la saga, un Mario Cifuentes ya completo me plantó cara un día y me invitó a continuar la aventura. Esta vez, todo me llegó más fácil. Había recorrido incontables veces la ciudad y había un lugar que me llamaba poderosamente la atención: el convento de las Carmelitas Descalzas ubicado en la Avenida 30 de agosto a la altura de la calle 31. Es un lugar misterioso y, curiosamente, también patrimonio arquitectónico de la ciudad. Siempre me había atraído el diseño pero no tanto como su interior: derruido y devorado por la acción de las plantas y animales que ocupaban la propiedad. Comencé a realizar la investigación previa y decidí que sería el lugar preciso para el siguiente caso de Cifuentes. Esta vez el ex policía tendría que vérselas con algo un poco más siniestro y misterioso. El caso de una mujer que llama a su puerta decidida a encontrar una verdad que nadie quiere desvelar. Y así, entre una y otra consulta en la internet, las visitas al exterior de la propiedad y el análisis de los planos de la misma, Cifuentes y yo vivimos una experiencia única en esta aventura que deja todo preparado para que su desencanto por la vida se acreciente y pueda a responder al reto que es regresar con vida de un lugar como Loveland. Además, su relación con Claudia se hace cada vez más compleja y amenaza con echarse a perder. No puedo negar que enfrentar a Mario a aquella experiencia supuso para mí un reto como escritor. Lo veo contra las cuerdas a punto de perder por knock out lo que más ha amado en su vida.

“—No puedo más, Mario —le dijo la última noche que se vieron. El maquillaje se le había corrido por culpa del llanto mientras él intentaba sostener su mirada sin sentir que algo en su interior se resquebrajaba—. Démonos un tiempo. Sé que no puedo pedirte más —concluyó.

Mario Cifuentes recordaba. Mientras, bebía un trago de whisky y se fumaba un Cohiba. Tenía los pies sobre el escritorio y miraba hacia la plaza de Bolívar donde los árboles de mango, con su exigua cosecha, atraían a las aves que se agolpaban en sus ramas. Los cálidos rayos solares se filtraban a través de las cortinas y el Colt, brillante, reposaba a su derecha, tan cerca, que para tomarlo solo necesitaba un par de segundos. La mañana transcurría muy tranquila y, de manera fugaz, pasó por su mente el caso de la anciana prostituta que había resuelto poco antes de que todo eso empezara y le pareció que solo se veía envuelto en procesos que le provocaban problemas. Se bebió el contenido del vaso de un sorbo y aspiró hondo el habano. Le reconfortó expulsar el humo, despacio, intentando hacer anillos con él. Esperar, ese era su lema. ”

Luis Salaz. “Los cadáveres del convento.” Disponible en Amazon.com

LOVELAND

El nombre de la novela se me ocurrió un día mientras deambulaba por la ciudad, es probable que mientras pasaba por esa especie de pasillo que es la calzada entre Torre Central y el Centro Comercial Ciudad Victoria, porque siempre estoy pensando mientras camino. En esta ocasión fue un chispazo, algo que llegó de repente y se quedó grabado en mi mente. Por aquel entonces estaba obsesionado con escribirlo todo y recuerdo que guardé aquel nombre en una nota de voz en mi móvil: "Loveland". Incluso hice un análisis de lo que sería su traducción y pensé que más que una broma sería una ironía: un lugar desastroso, el tipo de sitio que nadie en sus sanos cabales desearía pisar.

"No comprendí mucho hasta que el hombre lo aclaró.

—Tenemos a alguien que nos espera adentro —añadió, triunfante—. Baje, dejaremos una sorpresa para quien pretenda seguirnos —dijo, señalando un explosivo construido de manera artesanal.

Bajé por la escalera de sogas y halé la puerta detrás de mí. El hombre vestido de lino ató la bomba. Quien abriera la puerta provocaría la explosión.

El túnel era muy húmedo y frío. A unos cien metros lo iluminaba una lámpara colgada del techo.

Estábamos entrando a Loveland".

Luis Salaz. “Loveland.” El Editor, 2021. Disponible en Amazon.com

LA CONSTRUCCIÓN DE LA TRAMA

Estoy mirando los archivos y las notas a propósito de Loveland mientras escribo esta entrada. Los primeros borradores, las fotografías o imágenes que pescaba en la web y guardaba, obsesionado como estaba con dotar de verosimilitud a mi nueva novela, mientras acumulaba miles de bytes que ahora ocupan espacio en un disco duro externo y que probablemente gracias a la blockchain convierta algún día en un NFT que valga millones de dólares (es una broma, a propósito del proceso de documentación de mi cuarta y quinta novela). Pensé que ya era hora de sacar a Cifuentes por completo de la ciudad e internarlo en un lugar complejo y sin referentes reales. Bueno, la verdad es que lo envié a un lugar peor, a Loveland.

No puedo negar que la experiencia de las dos entregas previas me sirvió para acometer la ardua experiencia que supuso la tercera novela de la saga. Decidí que el narrador debería ser el propio Mario y que los tiempos narrativos se entrecruzarían de tal manera que el lector pudiera vivir la experiencia de primera mano sin saber por adelantado nada de lo que venía ocurriendo. Esto supuso un gran cambio frente al narrador omnisciente de las dos aventuras iniciales y un reto para mí. ¿Cómo podría narrar Cifuentes aquella experiencia? ¿Qué lugar ocuparían en la trama su viejo amigo Lucho y Claudia?

Me enfrasqué en la tarea con una disciplina flaubertiana. Escribía todos los días alrededor de 1700 palabras y en un mes tuve un borrador inicial de más de 50.000. De ahí, el trabajo fue darle orden a ese texto que buscaba contener la historia de Loveland. Ajustarlo, revisar y pulir los detalles, trazar la estructura de aquel lugar me animó. Hice un pequeño esquema, trabajé muchísimo con lápiz y papel y cubrí un buen número de folios mientras garrapateaba mis ideas y luego las plasmaba en la nueva versión que estaba escribiendo. Aparecieron el hombre vestido de lino, el capitán Murillo, Lucho y, por supuesto, Claudia, con su entrega y dudas en porciones iguales ante la irrefrenable verdad de que el hombre que ama está condenado a la violencia y al dolor. En realidad eso fue lo que pensé al inicio, pero la historia entre ambos toma un rumbo diferente hacia el cierre del libro que no puedo mencionar sin hacer spoilers.

Para crear a Loveland leí todo lo que pude sobre los campamentos de los grupos paramilitares y guerrilleros. Además, alimenté mis fantasías con fotografías de los laboratorios de procesamiento de coca que los narcos de los años noventa habían construido en la selva. Todo eso me ayudó a ver aquel lugar mejor, todo, hasta que en medio de la narración me di cuenta que Mario Cifuentes corría con un grupo de hombres por en medio de la selva del Darién buscando el lugar que le da nombre a la novela y pensé: "mierda, esto va a ser más difícil de lo que había pensado"; y lo fue. Tardé un buen número de meses revisando y puliendo los detalles. Revisando la documentación previa sobre el uso de las armas y revisando que las escenas pudieran recrearse en la mente del lector, lo que haría que la lectura fuese más ágil y fluida. Además, sopesé lo que significaba la investigación, los lugares que Cifuentes tendría que visitar, así como con quiénes tendría que involucrarse. ¿Quién lograría sobrevivir a Loveland? ¿Qué pasaría con Natan Cohle? Involucré a un par de agentes del FBI y el coctel fue completo. Ahora Mario Cifuentes tendría una carrera contrarreloj para salvar su vida, solucionar el caso y de paso proteger lo que más amaba. El resultado fue Loveland, que resultó ganadora del Concurso nacional de novela Aniversario ciudad de Pereira 2017.

“Una bengala iluminó el cielo oscuro y cerrado. Era nuestra señal. Aproveché el haz de luz y vi a los dos hombres a unos doscientos metros de donde me encontraba. Apuré el paso a pesar de que sentía que me dolía todo el cuerpo. Cuando conseguí darles alcance, ya estaban tomando los remos de la pequeña embarcación que se movía lentamente a la orilla del río que habíamos cruzados al inicio de nuestro viaje.

—Pensé que no vendría —dijo, serio, el hombre vestido de lino mientras hundía el remo en el agua y su hombre hacía lo mismo.

No tuve fuerzas para responder. Solo quería salir de allí. No sé si en verdad ocurrió o no, pero sentí un fuerte olor a rosas. Miré atrás, a la orilla que dejábamos, y un rostro brillante desapareció de inmediato en la oscuridad. Era el final. Sentí que las pocas fuerzas que tenía me abandonaban.”

Luis Salaz. “Loveland.” Disponible en Amazon.com

En definitiva

Escribir Loveland ha sido una de las mejores experiencias que he tenido. Disfruté documentándome, escribiendo aquel primer borrador con más de 50.000 palabras y, luego, del largo proceso de darle forma final a aquella historia que me inquietaba como más. Lo más interesante es que tejer esta trama de novela negra me ha permitido repensar el género, adaptar el personaje a las condiciones de nuestro país y, de paso, realizar una cartografía de las verdaderas condiciones de nuestra sociedad. En palabras de Gustavo Forero Quintero, quien es escritor y director del Congreso Internacional de Literatura Medellín Negro:

"Con las pautas clásicas del género, este excelente escritor construye una visión extrema pero real de la Colombia contemporánea".

Una visión que me ha permitido aportar a la interpretación de nuestro país desde un género apuntalado en una larga y fértil tradición literaria, surgida en los Estados Unidos a través de los Pulp, y luego adaptada a todas las culturas y nacionalidades de la mano de grandes autores que han renovado una y otra vez los cánones clásicos. Un género que se encuentra en auge y que ha tomado diferentes matices, como el thriller, y al que mis novelas le apuestan desde la visión colombiana.

Cuando los lectores terminen Loveland, no solo quiero que sientan que han tenido una buena historia entre sus manos, también deseo que no salgan inermes de esta experiencia. Espero, que la disfruten y sufran a partes iguales, tanto como yo lo hice escribiéndola.

black and white typewriter on green table
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